El valor de la promesa

Todas las promesas tienen sus límites (especialmente las promesas comerciales). En los intercambios de valor todos cedemos algo y, al mismo tiempo, todos queremos ganar. Sin embargo, una vez tomada la decisión, tampoco nos gusta reconocer que nos equivocamos.  

Pedir un café en Starbucks implica tomar muchas decisiones. Aún así, su promesa es que amaré mi bebida (y en teoría prepararán otra si es que no me encanta). En este caso, el impacto económico de repetir una bebida es irrelevante. Además, es posible que la mayoría de las personas no pida una segunda bebida, pues eso significa reconocer que no tomamos la mejor decisión. 

Obviamente sí se tiene que tomar en cuenta el impacto económico: un arquitecto no puede prometerte una casa nueva si la primera no te gustó. 

Puedes jugar con las letras chiquitas del contrato o hacer la bebida bien la primera vez, pero no tiene caso hacer las dos cosas al mismo tiempo. ¿Subímos las expectativas o buscamos una salida? ¿Cuánto vale la promesa?

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