La empatía incomoda

Desde siempre, los humanos hemos notado cómo somos diferentes unos de otros. Como si hiciera falta, nos obsesionamos con esas diferencias, las amplificamos, las aprovechamos, las utilizamos como argumentos para cambiar nuestros propios comportamientos. Como si hiciera falta, creamos brechas entre otros humanos.

Divide el mercado en segmentos dicen, para identificar diferentes grupos de consumidores y planear estrategias en consecuencia. Como si no supiéramos resolverlo de otra manera. Lo mismo en casi todos los asuntos que demanden organizar a muchos humanos.

Reconocer el sufrimiento del otro, cuesta.
Reconocer los límites propios en función de las libertades del otro, cuesta.
Reconocer las ideologías y la cosmovisión del otro, cuesta.
Reconocer la humanidad del otro, cuesta.

Sin embargo, entre nosotros y "los otros", hay más cosas en común que diferencias. Y es hasta más productivo, buscar cosas en común que diferencias.

Sin minimizar las diferencias, podemos darle más valor a lo que tenemos en común. Es más poderoso. Sírvele a la tribu y la tribu solita se hará cargo del resto.

Anterior
Anterior

Más vale que te guste

Siguiente
Siguiente

Fragilidad vs desgaste