La innovación es un teatro

Antes pensaba que era necesario inyectarle innovación a las empresas. Sigo pensando algo similar, pero la respuesta ya no es tan simple, incluso dando por hecho los aspectos culturales y emocionales de la innovación (que en la práctica, jamás deben de darse por hecho).

El problema, es que es sumamente fácil simular la innovación. Es sumamente fácil generar ideas nuevas o diferentes (hasta de esto hicieron un commodity). Es sumamente fácil ponerlas en a mesa y es fácil probarlas.

También en la innovación hay charlatanes. La innovación es un teatro (malamente) y puede (y debe) corregirse.

Para mi, siguen dos retos: 

Primero, dejar de crear simplemente por crear novedades, y solucionar problemas. Productos que no son parte de un desarrollo cultural, que no son resultado de las personas a las que sirven y productos que no resuelven los problemas de raíz—aunque sean productos innovadores—no significan un avance significativo hacia el lado correcto. Estos productos son solo el resultado de un trabajo, pero no son la respuesta. Ni siquiera sé si son resultado del trabajo correcto (mucho menos el resultado correcto). Hay que subirla al nivel de la estrategia y el propósito de las organizaciones.

Segundo, aún suponiendo que hay más beneficios que perjuicios de la innovación y que hacer estos productos es un ejercicio necesario para seguir buscando las preguntas (y respuestas) correctas, hay que profesionalizarla. Hay que darle un espacio en la organización para que se normalice y sea parte de la operación. No hay que dejársela a todos, hay que contenerla (momentáneamente), darle sentido, enfoque y dirección. Hay que dejársela a los especialistas (a aquellos que pueden comprobar su especialidad). Y sobretodo, hay que ser conscientes que las transformaciones suceden en dos sentidos: corregir el presente y construir el futuro.

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